Celina sonrió, tímida. Él entonces llevó la mano al chongo que ella acababa de hacerse y, con delicadeza, jaló los mechones hasta que se soltaron por completo, el cabello cayendo sobre los hombros de ella como una cascada.

—Prefiero así... suelto —dijo con la voz ronca, besando el hombro de ella suavemente.

—Thor... —comenzó ella, volteando el rostro hacia él, en un susurro.

—No te atrevas a recogértelo de nuevo —dijo él, serio, pero con una mirada cargada de cariño.

Ella se rió, apoyando la frente en la de él, rendida al momento.

Ya estaban listos para salir cuando, al llegar a la puerta de la suite, Celina se detuvo de repente con una expresión de alerta.

—¡Olvidé algo!

Thor arqueó la ceja, pero ella ya corría de vuelta al cuarto.

Celina fue directo a la bolsa sobre la cómoda, abrió el cierre lateral y tomó el frasquito donde guardaba las vitaminas y la medicina para las náuseas. Se tomó un segundo para mirar eso en silencio, después guardó todo con cuidado dentro de la bolsa