Thor reapareció como si nada hubiera pasado. Impecable, con la postura de quien domina cualquier ambiente, una copa en una mano, y la mirada dirigida exclusivamente hacia ella. Pero, al acercarse, encontró a una Celina diferente.
Ella permanecía en silencio, el semblante serio, los ojos distantes. Ya no era la mujer radiante que había entrado al salón instantes antes, despertando miradas por donde pasaba. Algo en ella había cambiado y Thor se dio cuenta.
Él inclinó el cuerpo ligeramente, bajando la voz al acercarse.
—Estás extrañamente callada... ¿pasó algo?
Celina alzó los ojos lentamente, posándolos en los de él con una expresión que mezclaba ironía e indiferencia. El tono de la respuesta fue seco, con un toque sarcástico, que cortó como una navaja.
—¿Por qué te preocupas? Pensé que eras bueno desapareciendo.
Thor frunció el ceño, sorprendido por la respuesta. La mandíbula se contrajo, el semblante se endureció. Su mirada, antes llena de magnetismo, ahora era la de alguien trat