La semana transcurrió sin que Camelia se diera cuenta. Después del suceso, no se había separado un instante de Ariel. Aunque él le había asegurado que no volvería a ver a Leandro, ella todavía le aterraba ir a su casa. Por lo tanto, con mucho gusto, aceptó que se quedaran en la casa blanca. Tanto era su miedo, que incluso hizo que Ariel la acompañara a su casa a buscar su ropa y lo que pudieran necesitar. Sin embargo, él le propuso quedarse; apenas pudo dormir, y cuando lo hizo, despertó gritando por las pesadillas de ver a Leandro entrar por su balcón.
Ariel, al ver aquello, se había levantado, tomado todas las cosas en la madrugada y regresado a su casa blanca. Era más alejada del trabajo, así que tenían que levantarse más temprano. Pero ella se sentía más segura, por tener todas las ventanas enrejadas. A pesar de llevarla al psicólogo, C