451. ANSIEDAD
El corazón de Ariel perdió un latido. Las palabras de su padre eran siempre precisas, y cuando usaba ese tono, significaba que algo realmente importante —o terrible— estaba sucediendo. Mordió el interior de su mejilla, intentando mantener la calma. Miró de reojo a Camelia, quien parecía terminar de alistarse, ajena a la tensión que se gestaba al otro lado de la línea. Ariel respiró hondo: primero estaba su esposa y el bebé que llevaba dentro.
—Papá, Cami sufrió un ataque hoy en la editorial —comenzó a explicar rápidamente, sin entrar en detalles para no preocuparlo de más—. Gracias a Dios, no pasó a mayores, pero… nos llevamos una sorpresa. No se lo digas a nadie todavía, pero está embarazada y tengo que llevarla al ginecólogo ahora mismo. Después de eso, iré para allá —añadi&oa