Ariel y Camelia giraron al escuchar el leve crujir del suelo bajo los pasos pausados de la abuela, quien entró al baño con la solemnidad que solo el tiempo puede otorgar. Dentro, los gemelos seguían jugando en la bañera, ajenos a la conversación que estaba a punto de desatarse. La abuela, más delgada pero firme como siempre, los observó con esa mezcla de ternura y autoridad tan propia de ella. Al oírla preguntar por los niños rescatados y referirse a ellos como si fueran suyos, Ariel sintió un vuelco de emoción. Se levantó rápidamente y la abrazó.
—No sabemos todavía, abuela —dijo con una calidez que intentaba disimular su ansiedad, aunque no lo logró del todo—. En total hemos encontrado ocho. Seis están muy mal, desnutridos y con problemas respiratorios debido a la exposición a sustancias químicas. Pero ya los están cuida