Ariel permanecía en silencio, absorbiendo cada palabra que Camelia pronunciaba. La crudeza de lo ocurrido lo golpeaba como un pesado lastre que lo hundía más con cada detalle. Al final del relato, la sensación de alivio llegó casi como un susurro al saber que su esposa y sus hijos estaban a salvo, y que los guardias heridos se recuperarían. Sin embargo, la tensión no desaparecía por completo. Las palabras de Camelia lo sacaron de su ensimismamiento.
—Te llamo porque quiero que vayas al hospital a verlos —continuó ella, intentando sonar firme pese al temblor en su voz—. ¿Puedes venir hoy mismo? El helicóptero de papá está allá, fue con Félix a llevar a Israel y Ernesto. Ariel permaneció en pausa, mirando a los niños que descansaban ahora en un frágil estado de tranquilidad, como si el sueño fue