Camelia lo escuchaba mientras ajustaba su sombrero y, tras las palabras de su marido, se detuvo por un instante, reflexionando. Luego, levantó la mirada hacia Ariel.
—Hicimos bien en venir a vivir aquí, ¿verdad, amor? —dijo con una sonrisa tranquila, aunque un pensamiento le cruzara por la mente—. Mira, Ari… ¿crees que podrían aparecer más hermanos míos junto con esos hijos tuyos de los que hablaste? Ariel, que estaba terminando de ajustar el sombrero, levantó la mirada hacia ella con cierta sorpresa, pero sin juzgar la inquietud de Camelia. Avanzó hacia ella con pasos firmes y le tomó las manos. —No lo sé, Cami. En este momento, creo que cualquier cosa es posible —respondió Ariel con honestidad antes de deslizar las manos hasta la cintura de su esposa, mirándola con ternura y admiración—. Aquí encontr