Camelia había descubierto una nueva pasión en aprender a montar a caballo junto a sus hijos. Había dedicado tiempo y esfuerzo en perfeccionar esa habilidad, disfrutando al máximo cada momento en los amplios terrenos de la finca. Lo hacía frecuentemente en compañía de Gerardo, su hermano mayor, quien encontraba en esas cabalgatas una forma relajada de pasar tiempo con su hermana menor. A veces, también los acompañaba Clavel, conocida por su destreza en prácticamente todo lo que se proponía, haciendo cada paseo aún más dinámico y divertido.
Sin embargo, el día anterior había sido diferente. Ariel, la había llamado a su habitación con una expresión inusualmente seria, algo que encendió la alarma en la mente de Camelia. Ella se sentó en la cama, intentando descifrar aquello que le preocupaba a Ariel antes de que é