La doctora corre a su lado y lo sostiene mientras lo revisa rápidamente en busca de heridas. Al parecer, está al tanto de la condición médica del capitán. Le toma un brazo, lo pasa por encima de sus hombros y lo sujeta firmemente por la cintura para ayudarlo a mantenerse en pie.
—¿Así está mejor? Vamos, Miller, no te rindas —le dice con una seguridad en su voz que sorprende al capitán. —Creo que no puedo caminar, Elizabeth —responde Miller, haciendo un esfuerzo evidente por mantenerse consciente—. Me golpearon muy fuerte en la cabeza, justo donde tengo el implante de platino. Siento que me voy a desmayar. —Abrázate fuerte de mí, Miller, solo aguanta hasta que lleguen los demás —le indica, decidida, mientras guarda su arma para poder sostenerlo mejor—. ¡Ustedes, vengan a ayudar! —grita a l