La desesperación dio paso a una claridad repentina. Ariel se incorporó lentamente, secándose las lágrimas con el dorso de la mano. No podía permitirse colapsar, no cuando Camelia lo necesitaba más que nunca. Sacó su teléfono y marcó el número que llamaba en situaciones como estas.
—Félix... ¿dime qué hacer, hermano? Cami..., Cami no deja que la toque y está sangrando —las palabras se atoraron en su garganta—. Mi amigo, no puedes venir, solo guíame.—¿Ariel, te fugaste del hospital? ¿Te volviste loco? Camelia necesita hospitalización. Dime dónde están e iré en este instante —el doctor Félix se había despertado ante el sonido de su teléfono.Al escuchar a su mejor amigo, salió de la cama y comenzó a empacar rápidamente su maletín médico. Mir