277. PROMESAS
Camelia se acerca a su abuela, que al verla sonríe feliz. La invita a sentarse a su lado mientras le pide a una joven que sirva la merienda. Ella lo hace acompañada de una gran bandeja de frutas.
—Come uvas y sandías, son muy refrescantes —le indica con cariño—. Creo que tu hermana no se siente bien.
—¿Sigue con malestar de estómago? Iré a verla en un rato, iba a dormir —respondió mientras disfrutaba de las frutas—. Abuela, vamos a regresar a la ciudad, viviremos como quieres con mis suegros. Pero antes iremos a pasar una semana con mi familia. ¿Te parece bien?
La señora Gisela tomó un sorbo de su refresco, asintiendo a todo lo que le decía su nieta. Se había recuperado y se estaba acostumbrando a los viajes en aviones y helicópteros. Encontró bien visitar la verdadera familia de Camelia, para asegurarse de que en verdad la quería.
—Ariel va a arreglar que puedas ir a visitar a papá y Marilyn —le informó Camelia.
—Deja de decirle así, no es tu padre ni se merece que se lo di