275. LA EXTRAÑA VISITA
Camelia y Ariel, ajenos a todo lo demás, se abrazan felices, todavía acostados en el césped. Luego corren rumbo a la playa, quitándose sus ropas, quedando en trajes de baño, y se introducen felices en el mar. Juegan entre ellos hasta volver a estrecharse y besarse con pasión.
—Oye, Cami, ¿no crees que deberíamos decidir qué vamos a hacer? —Ariel la sostenía por la cintura mientras ella estaba a horcajadas en su cadera. Lo miró sin entender a qué se refería. —¿Vamos a vivir por fin con mis padres siempre o prefieres que nos mudemos a mi casa blanca?
—Por el momento creo que debemos quedarnos con todos en la casa de tus padres. Fue lo que me sugirió la abuela. A nuestro regreso iremos por las cosas a mi apartamento. También debemos pasar días en la finca de mis padres; ya viste a mi pobre madre, como es —le recordó Camelia. —Cuando agarren a Leandro, entonces, si no te molesta, podemos viajar. Siempre soñé con hacerlo, pero no pude.
—De acuerdo, yo he viajado por todo el mundo. Co