Camelia caminó hasta colocarse frente a su suegro y le agradeció sinceramente lo que estaba tratando de hacer, pero aseguró que no era necesario que llegara a esos extremos por su causa. Su abuela estaba de acuerdo, pensando que era una buena opción, pero Camelia se negó rotundamente.
—No, abuela. Al escuchar lo que son capaces de hacer para que yo me sienta segura en este matrimonio, me han demostrado que no necesito nada más para sentirme feliz, amada, respetada, y sobre todo, sé que me darán mi lugar como esposa —dijo con una gran sonrisa.Ariel la tomó de la mano y le pidió que aceptara la propuesta de su padre. De esa manera, podría ostentar el apellido Rhys con orgullo. Sin embargo, ella estaba renuente; ya había tomado su decisión.—Ariel, mírame, mírame, amor —le pidió con seriedad—. Escucha lo que tengo que decirt