El señor Rhys, que había estado observando la escena en silencio, se adelanta y toma las manos de Camelia con cariño. Del mismo modo, separa el velo que cubre su rostro y le limpia las lágrimas con su pañuelo.
—¿En serio piensas que permitiría que mi familia te hiciera una burla semejante? —le pregunta con seriedad y continúa—. No, hija, ¡jamás! Soy un hombre de honor y te doy mi palabra de que Ariel, como todos nosotros, se acaba de enterar. Vamos, hija, vamos todos adentro. No dejes que otro se adueñe y decida tu felicidad; no le des ese poder.Se hace un silencio en el que solo se escuchan los sollozos de Camelia. Ariel se adelanta y la estrecha entre sus brazos, hasta que poco a poco ella se va calmando. La señora Aurora mira a todos, pidiendo que los dejen a solas. Ellos necesitaban un momento; esperarían dentro. Todos la obedecen, sin dejar de girar la cabeza p