El sol apenas lograba filtrarse entre las nubes espesas cuando el grupo retomó su marcha. Ethan seguía inconsciente, flotando con suavidad dentro de la esfera de luz que Adelia mantenía alrededor de él. Aunque había logrado estabilizarlo, sus fuerzas estaban mermadas. Cada paso le costaba, pero no se rendía. No podía hacerlo. No cuando la vida de él pendía de su voluntad.
Kal caminaba a su lado, silencioso. El resto del grupo —veintisiete guerreros— avanzaba en formación dispersa pero alerta. Había tristeza en sus ojos. Dolor por los tres caídos el día anterior. Pero también decisión. El Vacío no les quitaría nada más sin luchar.
La tierra que pisaban se tornaba más inhóspita con cada hora. Árboles marchitos, rocas ennegrecidas y un viento que parecía susurrar cosas sin lengua. Todo el entorno se sentía… equivocado. Como si el mundo estuviera descomponiéndose lentamente desde adentro.
—¿Cuánto falta para llegar al siguiente fragmento? —preguntó uno de los druidas, sudando a pesar del