CAPÍTULO CUARENTA Y UNO: DOS GOTAS DE AGUA.
Matthew Vaughn.
Quiero desaparecer en este momento, cuando la tormenta y la confusión amenazan con desestabilizar mi interior. Me siento confundido, con preguntas que me hago incesantemente, y algo en mí me advierte que algo está fundamentalmente mal.
Pero entonces, todo eso queda en pausa. Nuestro alrededor se reduce, y solo nosotros dos quedamos bajo la oscuridad de las luces bajas y la melodía del fondo. La atraigo hacia mí y la pego a mi pecho, como un imán. Apenas puedo ver la claridad de sus ojos y el brillo, tan frágil, que hay en ellos.
Alice me confunde por completo. Me intriga toda ella. No sé qué me molesta más: si saber que no puedo tener el control de nada, incluyéndola a ella, o esa maldita atracción que se está volviendo una necesidad.
Me pierdo en su silueta. Mi mano traza movimientos lentos y cortos detrás de su espalda baja. Su cuerpo tiembla sobre el mío; lo siento temblar. Quiero preguntarle qué siente, qué piensa y por q