CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS: DENTRO DE LA TORMENTA, ENCONTRAMOS LA CALMA.
Matthew Vaughn.
Estoy confundido. Esta revelación es un golpe directo a mi realidad. El saber que Alice es madre de esos niños que son mis hijos y la declaración de su confesión me desarma.
Ahora entiendo el porqué de mi obsesiva atención hacia ellos. Ahora comprendo el apretón en mi pecho y la necesidad innegable de llegar a su lado.
«El llamado de la sangre, sin duda alguna», pienso, viviendo en carne propia lo que está más allá de una verdad confesada.
—Perdón, Alice —digo, levantando la mirada y encontrando esos pares de ojos claros empañados de lágrimas. Estoy arrepentido de lo que acabo de decir. Mi pecho se oprime—. No, no quise decirlo y no sé por qué lo dije —admito, acercándome a ella—. Te creo. Juro que te creo. No quiero excusarme, pero estoy en shock, confundido. Lo siento.
—Entiendo —dice, con la voz quebrada—. Pero aun así, quiero esas pruebas, Matthew.
—No, no es necesario —insisto—. Yo sentí la con