SEGUNDO CAOS. EL DESTIERRO
Villa de las Mercedes
Once meses antes.
Dominic frunció el ceño y arrugó la nariz en un gesto de incredulidad mientras olfateaba el aire. Desde hacía varios kilómetros un hedor particular y desagradable podía percibirse, pero nadie había prestado demasiada atención. Hubiera sido absurdo asociar la fuente de aquel aroma justo con el lugar al que se dirigían; Sn embargo allí estaba, cerca y más agresivo, avisando que cada buen pensamiento que pudieran haber albergado hasta entonces estaba pronto a desaparecer.
Frente a sus ojos, a no más de tres kilómetros de distancia, se levantaba una columna de humo negro y denso, la clase de humo que queda como recuerdo después de varias horas, cuando el incendio ha arrasado ya con cualquier partícula capaz de quemarse.
La casa habí