Astrea supo que había amanecido porque el sol se filtró por las ranuras de la persiana y justamente le acariciaba el rostro. Se estiró sin abrir los ojos, disfrutando de aquel sutil calor. Se desperezó y al sentir su cuerpo desnudo contra las sabanas de algodón y la pequeña molestia entre sus piernas hizo que a su mente llegaran algunas de las imágenes de lo sucedido la noche anterior.

Lo cierto era que se sentía mucho mejor, fue una noche con actividades reparadoras. Así que decidió salir de la cama, sin pudor como había llegado al mundo. Miró su reflejo en el espejo y tuvo que reconocer que ya no era la misma chica que había llegado unas semanas atrás, hizo una mueca. Segundo después se dio la vuelta, porque quería revisar su herida. Pues ya no le dolía y hasta podía decir que no tenía nada.

Se le escapó un jadeo de asombro al darse cuenta de que su espalda estaba sin ningún rasguño, de hecho sin las cicatrices que se había hecho durante el tiempo que estuvo de servicio en el ejérc