—¿Por qué estás aquí? —Astrea quería hacerle creer que su presencia no le afectaba, pero estaba tan tensa que sabía que estaba fallando en el intento—. No deberías…
—No hay puerta que no pueda abrir —contestó con arrogancia, haciéndola callar.
Kael dio un paso hacia ella, invadiendo su espacio personal. Su olor estaba derrumbando las barreras de control de Astrea, no podía permitirlo. Respiró un par de veces para tratar de calmarse.
—Demasiado cerca… —susurró Astrea.
—Tu historia con Wayne no terminó bien, ¿cierto? —él estaba usando la persuasión.
Fue justo en ese momento cuando ella reaccionó.
—No es tu asunto —lo empujó—. ¿Qué es lo quieres ahora?
—Ese humano con quien hablabas…
—No es de tu incumbencia, Kael —hizo un gesto con las manos—. Es mi vida personal, no tienes derecho…
—¡Por supuesto que lo tengo! —espetó—. Mientras estés trabajando para mí… ¡Me perteneces…!
Lo dijo con tanta propiedad que Astrea pudo jurar que cada célula de su cuerpo despertaba de un largo letargo,