Astrea había acompañado a Kael hasta el área de enfermería adjunta a la casa de la manada, y aunque Otto sabía que ellos alguna vez fueron compañeros, no le permitió quedarse a su lado, le recordó que ellos no compartían ningún vínculo y la envió a su habitación.
Por supuesto que ella no hizo caso omiso, así que se fue al jardín y comenzó a correr. Sin importarle encontrarse con uno de los renegados, de hecho esperaba encontrar a uno y tener un buen enfrentamiento cuerpo a cuerpo.
—¡¿Por qué diosa Luna?! —gritó a la noche con lágrimas rodando por sus mejillas— ¡¿Por qué me siento incompleta?!
Corrió hasta que sintió que el aire le quemaba los pulmones, y luego fue hasta la casa. Todos la miraban como si fuera un bicho raro, se tropezó con Otto.
—¿Cómo está él? —enseguida, preguntó.
—Ya pasó el peligro —respondió con voz cortante—, la flecha estaba envenenada y gracias a su sangre Alfa su cuerpo fue inmune —hizo una pausa—. Afortunadamente, la punta quedó atorada a una de sus cost