Astrea quería confiar, necesitaba hacerlo. Sin embargo, la vocecita de la razón le recordaba lo duro que fue para ella estar lejos de casa. Pero le era completamente imposible detenerse y detener a Kael. Quizás porque no quería, quizás su alma también se lo exigía.

En el justo momento en que Kael con la punta de su dedo índice acarició la abertura de su feminidad, su cuerpo se estremeció, y sintió la duda de nuevo en su mente. Porque sentía un poco de vergüenza decirle que nunca había estado con un hombre. Aunque al mismo tiempo pensó que no tendría importancia, estaba segura de que había tenido tantas mujeres que no se daría cuenta.

Pero todo quedó en suposiciones en el segundo en que, de manera lenta y perezosa, Kael pasó la lengua por la entrada de su s3xo. Su nombre se le escapó en un jadeo, sus caderas se alzaron, al mismo tiempo en que abría las piernas un poco más. Su respiración quedó atascada en los pulmones, la piel se le erizó, los pechos se pusieron pesados y sus pezone