18. DESACUERDO CON SOPHIA
Nuevamente tiene puesta su pijama de médico, pero hoy es azul oscuro, no verde como sus ojos. La miro disimuladamente y me alegra que eso sea lo que use, pues esas prendas anchas disimulan su buena figura y hacen que llame menos la atención. Ella, sin necesidad de mostrar su cuerpo, llama suficiente la atención.
Sé que no soy el único atraído por ese carácter fuerte. A mi mente llega la imagen de su compañero hablándole con familiaridad y tocando su hombro. Definitivamente, él tiene un interés romántico en ella; fue evidente en su mirada.
Me adelanto y abro la puerta del vehículo para que ingrese. Pongo el motor en marcha y tomo rumbo a su apartamento.
—Agradezco tus buenas intenciones, pero no es necesario que me lleves a casa cada vez que nos encontremos —dice, sosteniendo una bolsa blanca en sus piernas—. Se te va a dañar esto.
Volteo a ver rápidamente de qué me está hablando, y entonces caigo en cuenta de que esa bolsa blanca contiene el recipiente con la ensalada de frutas que me