Historia de desarrollo simultáneo a ADICTA A SUS BESOS. Sebastián Pizano, el mayor de los tres nietos del legendario Juan Alberto Pizano, fundador del poderoso conglomerado Picazza, ha asumido un papel fundamental dentro de su familia: ser el protector que mantiene a sus primos lejos de situaciones comprometedoras y peligrosas que podrían dañar la reputación familiar. Desde muy joven, Sebastián ha llevado sobre sus hombros el peso de esta responsabilidad, lo que ha moldeado. Aunque exteriormente Sebastián parece un hombre implacable y seguro, en su interior alberga un profundo deseo por una vida más sencilla y tranquila, alejada de los compromisos familiares que lo atan. Anhela encontrar el amor verdadero, pero teme que su posición y el entorno en el que vive le impidan alcanzar ese sueño. Como resultado, ha optado por distraerse con relaciones intensas, donde explora fetiches y fantasías que, aunque le brinden placer momentáneo, no llenan el vacío. Su madre ha sido hasta ahora la única mujer verdaderamente especial en su vida, alguien que conoce su verdadero ser y lo acepta incondicionalmente. Sin embargo, el destino tiene otros planes para Sebastián. Pronto, una nueva figura femenina aparecerá en su vida, alguien que, sin proponérselo, se convertirá en todo lo que él necesita y más. Este encuentro inesperado desafiará a Sebastián a enfrentar sus miedos y luchar por lo que realmente desea, llevando a cabo un viaje emocional que lo pondrá en conflicto con sus propias creencias y deseos. Sebastián se verá obligado a dejar de lado las distracciones superficiales y confrontar sus verdaderos sentimientos, cuestionándose si está dispuesto a sacrificar su papel protector para perseguir la posibilidad de un amor que podría cambiar su vida por completo.
Ler maisEl sujeto no tiene nada más que decirme. Es sincero. Creo en su palabra y en la transferencia bancaria generosa que acaba de realizarnos. Mi misión inicial era cobrar el dinero que nos adeudaba por el servicio prestado, pero, obviamente, tenía que pedir un poco más. Llamémoslo "gastos de cobranza"; todas las entidades lo hacen, ¿verdad?
Se aleja de la computadora tras completar la transferencia, y le entrego una toalla húmeda para que limpie la sangre que empieza a secarse en su cuerpo. Este cuarto sujeto fue más cooperativo que los anteriores. Ni siquiera tuve que amenazarlo con lastimar a un ser querido, y los golpes que recibió fueron mínimos.
Es una lástima. Me habría gustado divertirme más, que fuera uno de esos tipos rudos que dan pelea, pero no. Así que hago que le cubran los ojos y lo saquen de aquí. Subo las escaleras lentamente, llegando a las caballerizas, donde me aseguro de tapar la entrada con grandes cubos de heno.
Acaricio la crin de un caballo azabache antes de dirigirme a mi habitación para darme un baño. La espuma que se forma al bañarme se tiñe ligeramente de rosa por la sangre que me alcanzó a salpicar, pero desaparece rápidamente por el desagüe.
Debería regresar a la oficina, pero me merezco un par de horas de descanso. Camino hasta la cocina tal como vine al mundo, saco una lata de cerveza del refrigerador y me acomodo en la hamaca. Mis hombres saben que no me gusta que estén tan cerca, así que no entran a la casa principal a menos que se los pida.
De todas las propiedades de la familia, esta es mi favorita: la hacienda. Rara vez la familia viene, así que casi siempre estoy solo. Podría decirse que este es mi refugio. Por eso diseñé aquí un espacio especial, oculto bajo la caballeriza, que me permite trabajar y luego despejar mi mente antes de regresar al acartonado y bullicioso mundo.
No me gustan los lugares concurridos y mucho menos las personas ruidosas, pero no tengo escapatoria. Ese fue mi compromiso con el abuelo para mantener a Noah seguro. Estoy condenado a prestar mi eterno servicio a la seguridad de la familia.
No sé cuánto tiempo he descansado, pero sé que fue suficiente. Observo el gran ventanal y el extenso paisaje verde, despidiéndome de ellos con la promesa de volver tan pronto como el trabajo me lo permita.
No sé cuánto tiempo he descansado, pero sé que ha sido suficiente. A través del gran ventanal, mi mirada se pierde en el vasto paisaje verde que se extiende más allá de la hacienda. Me despido en silencio, prometiéndome regresar tan pronto como el trabajo me lo permita.
Me visto con calma y deslizo el celular en mi bolsillo, consciente de que en cuanto alcance una zona con señal, las notificaciones caerán como una tormenta, arrastrándome de nuevo a las responsabilidades que, inevitablemente, me mantendrán ocupado hasta altas horas de la noche. Una vez aparece el esperado diluvio digital, realizo mi primera llamada obligatoria.
—Hola, abuelo, ya volví.
Del otro lado de la línea responde el legendario hombre de negocios, Juan Armando Pizanno, fundador del imperio PICAZZA y, por desgracia, mi abuelo.
—Me alegra, hijo. ¿Fue complicado? ¿Qué descubriste?
Sonrío. Sabe perfectamente que no voy a darle respuestas concretas, pero aun así insiste.
—Confórmate con saber que Alexander está manejando bien la situación y le estoy cubriendo la espalda. Tranquilo. Yo cumplo mi parte del trato, asegúrate de cumplir la tuya.
Un sonido de disgusto apenas perceptible se cuela a través de la línea, pero lo ignoro deliberadamente.
No pienso darle más información de la necesaria. Mi distanciamiento actual con Alexander no implica, en absoluto, una traición. Si él decide quedarse atrapado en este trabajo infernal porque cree que lo hace feliz, es su problema. Yo, en cambio, no tengo elección.
—Bien —dice mi abuelo con voz grave—. Solo cuídalo y, si necesitan que intervenga, no esperen hasta que sea demasiado tarde.
—Así será.
Cuelgo antes de que decida agregar algo más. Expulso un largo suspiro, deseando de verdad no necesitar su intervención. Confío en las habilidades de Alexander; es tan inteligente como Noah. Sin embargo, el constante influjo del abuelo ha moldeado a Alexander en alguien incapaz de soñar por sí mismo. Solo sabe seguir el camino que el viejo trazó para él.
Reviso el celular y veo siete llamadas perdidas de Alexander y un mensaje de voz. No puedo evitar reír al escuchar su tono casi meloso. Alguien que no nos conozca podría pensar que somos una familia unida.
Le devuelvo la llamada apenas termino de escuchar su mensaje.
—Hola, primo. Me alegra saber que ya estás aquí. Mañana iré a saludar al abuelo y, obviamente, a conocer a tu esposa misteriosa.
—Bien, mañana nos vemos entonces.
La conversación es breve, como siempre. Ambos sabemos que el trabajo nos consume. Es tarde, así que decido regresar a casa y trabajar desde allí. Tenemos pequeños faltantes en las "mercancías especiales exportadas", y necesito encontrar rápidamente a la rata interna que los está causando. Respondo unos cuantos correos y firmo documentos electrónicos para destrabar la aduana, pero un correo en particular me hace maldecir.
Noah ha vuelto al país.
¿Por qué regresó? Se suponía que tenía una buena vida lejos de todo esto. El problema no es su regreso en sí, sino que la información ya debe estar en manos del abuelo. Lo más seguro es que Roberto, con su lealtad ciega, le haya informado. Mi trabajo era impedir que eso ocurriera, pero el maldito momento coincidió con mi estancia en la hacienda.
Roberto es como una piedra en mi zapato. Es eficiente, lo admito, pero no tiene el sentido común de proteger a Alexander también del abuelo. Ahora es inevitable: el viejo irá tras Noah, y eso significará el fin de su preciada independencia.
Abro el cajón del escritorio y saco uno de los celulares desechables que siempre tengo a la mano. Marco el número de Noah y escucho los pitidos del aparato. Solo hasta el tercer intento, mi querido primito decide contestar.
—Hola, Noah.
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Adiós a mi capacidad de concentración por esta noche. El breve intercambio de palabras con Noah ha sido suficiente para hacerme cerrar el ordenador y servirme un buen trago. El timbre de mi apartamento interrumpe el silencio, y una sonrisa se dibuja en mis labios. A esta hora, solo una persona sería capaz de llegar hasta aquí, y mis hombres saben perfectamente que deben dejarla pasar. Quizás ella sea justo lo que necesito esta noche.
Abro la puerta y allí está, recostada contra el marco, con una sonrisa que podría desarmar a cualquiera. Sus dedos se deslizan con deliberada lentitud, desatando el nudo que mantiene cerrado su abrigo.
—Dijiste que te gustaba la lencería de encaje, ¿verdad?
Sus palabras, cargadas de intención, hacen que una corriente cálida recorra mi cuerpo. Mis ojos recorren su figura con descaro, deteniéndose en la piel ligeramente bronceada que el abrigo comienza a revelar. Las curvas perfectas que pronto estarán a mi merced se dibujan frente a mí como una promesa tentadora.
—Eres una experta en cumplir fantasías —murmuro, relamiéndome los labios mientras doy un paso hacia ella.
Ella suelta el abrigo, que cae al suelo con la suavidad de un suspiro. Mis pensamientos se desvanecen, y todo lo que queda es el momento, cargado de deseo y anticipación.
HOLA QUERIDO LECTOR
Gracias por apoyar esta historia, la cual se desarrolla de manera simultánea a ADICTA A SUS BESOS (la historia de Alexader, primo de Sebastián nuestro nuevo protagonista).
Es recomendable más no obligatorio, leer mínimo los primeros cuarenta capítulos de ADICTA A SUS BESOS para entender la trama de fondo de esta historia, pues esa trama de fondo, es el argumento principal de ADICTA A SUS BESOS.
Casi le da un infarto al abuelo cuando se enteró de que iba a ser bisabuelo nuevamente, ¡y esta vez de gemelos! Claro que, después de asimilar la noticia, su emoción se transformó en un enojo furioso conmigo, pero no me importa. Lo volvería a hacer.Todos guardaron el secreto hasta que los bebés estuvieron lo suficientemente grandes como para revelar su sexo. No fue fácil: a papá casi se le escapaba la noticia un par de veces, e Isabella era aún peor. Su emoción por sus primeros sobrinos era incontenible, y en cualquier momento iba a reventar de alegría.La conversación con mi suegra no fue tan teatral como la sorpresa que organicé para mi familia, pero eso fue decisión de Sophia. Al día siguiente del partido, mi esposa la llamó y, sin rodeos, le anunció que estaba enamorada y embarazada. Aún me cuesta creer que le diera la noticia de esa manera, pero entiendo que ellas dos tienen su propia historia, como la tengo yo con el abuelo, así que decidí no intervenir. Solo me preparé para ir
Cuando mencioné que quería ir al juego de los Gigantes, en mi mente estábamos solo Sebastián y yo, no toda su familia. Sabía que no es muy fanático de los lugares concurridos, así que pensé que aprovecharía mi embarazo como una excusa perfecta para quedarnos en casa. Pero, para mi sorpresa, no solo aceptó ir, sino que alquiló todo un palco e invitó a todos. Bueno, a todos excepto a Noah, que por obvias razones no pudo venir al igual que sus padres.—Solo la uso porque tú me la regalaste —dice Sebastián, señalando su nueva camiseta de los Gigantes.—Claro, y porque te encanta el fútbol americano —bromeo, tomando su mano mientras caminamos desde el estacionamiento hacia el estadio—. Además, te queda tan bien que dan ganas de quitártela.Él sonríe, esa sonrisa que me hace sentir como si el mundo entero desapareciera.—Normalmente lo veo en la tele, y si el ambiente está animado, hasta organizo una barbacoa con unas cervezas —dice con una media sonrisa.Creo que está preparándome para el f
—¿Un viñedo? —dice Sophía maravillada mientras caminamos por los grandes cultivos.—Sí, aunque sé que no puedes beber, espero que la calma del lugar y el hermoso paisaje lo compensen.Después de unos días en la hacienda, pensé que no sería justo quedarnos solo allí, además de que tampoco es bueno estar incomunicado tanto tiempo.—Es hermoso salir de la ciudad. El aire fresco, sin el ruido de carros, accidentes o peleas.Es verdad; con su trabajo siempre agitado, este lugar debe ser un sueño para ella.—Esta tarde vendrá una persona, y quiero que la escuchemos para que me ayudes a decidir si es buena o mala idea invertir en su proyecto —me mira sorprendida.—No sé nada de inversiones, Sebastián. Pero claro que estaré a tu lado si ahí me quieres.—Claro que quiero que estés a mi lado. No te preocupes por no saber, yo tampoco sé de arte. La persona que vendrá se llama Lorena Rajoy Meritano. La conocí hace unos días debido a una de las tantas tretas del abuelo para conseguirme mujer, y es
Sophia observa absorta por la ventanilla del jet el extenso paisaje verde que rodea el lugar al que vamos.—Nos dirigimos hacia aquella casa —me acerco para señalarle la hacienda.Le daré un par de días, si veo que no le agrada, indagaré a dónde le gustaría ir y allí iremos.—El lugar es hermoso —dice mientras camina con un gran bolso.Cargo sus dos maletas, pues yo no tengo necesidad de traer equipaje a este sitio.—Y eso que aún no has visto nada —digo pensando en el hermoso anochecer con una cerveza para el calor o el amanecer con una taza de café en la mano.—No me hables de café por favor —dice mirándome con reproche, pues debido al embarazo no debe consumirlo.—Perdón lo olvidaba —digo recordándome que ella está en momento de muchos cambios —te muestro el sitio y luego nos damos un baño para descansar —digo sabiendo que ella ahora no rechaza un buen arrunchis.Dejo las maletas en nuestra habitación e iniciamos con el recorrido externo antes de mostrarle la casa. Comienzo con ens
—Pero se supone que ya no debemos preocuparnos por estas cosas —dice Alexander la tarde siguiente, cuando le muestro la lista.— ¿Prefieres confiarte? Yo no me arriesgaré. No te pido que te encargues en persona, pero sí que estés al tanto de todo y entiendas por qué sucede cada cosa.Alexander me observa con una mezcla de sorpresa y preocupación, y eso me complace. No quiero que pierda su sensibilidad, solo que sea consciente de lo que hay a su alrededor y que pocas cosas lo sorprendan. Más tarde, organizo un recorrido por nuestra historia familiar e invito a mi abuelo y mi padre. No deseo que Alexander aprenda sobre traiciones y engaños por cuenta propia; Por eso, tendrá una lección de historia como ningún libro podría ofrecerle.—No creí que el origen de la fortuna de la familia fuera así —dice esa noche, mientras compartimos unos tragos en su bar de confianza.—Y eso que apenas comienzas con las lecciones. Te esperan muchas anécdotas más. El abuelo y papá se encargarán de enseñarte
Me estiro en la silla antes de levantarme y tomar la chaqueta que dejé en el respaldo. La factura de la farola no llegó, así que sonrío: ese asunto sigue pendiente, y disfrutaré cerrar el capítulo cuando llegue el momento. Las oficinas están casi vacías normalmente a esta hora, por lo que me sorprendo cuando Cloe sube al ascensor unos pisos más abajo. —Buenas noches, jefe —me dice con su radiante sonrisa.—Buenas noches, Cloe. No deberías quedarte hasta tan tarde; no es seguro —comento, recordando cuánto se esfuerza por demostrar que puede con todo. —No se preocupe, hoy vienen a recogerme —dice, algo tímida, un gesto poco habitual en ella.—Sabía que no tardarías en encontrar pretendiente en la empresa —bromeo, curioso—. ¿Puedo saber quién es el afortunado? Quizá lo conozca. Cloe acomoda su bolso y se pasa un mechón de cabello tras la oreja.—Estoy segura de que sí. Gracias a usted lo conocí —me dice, mirándome a los ojos—. Es Fausto. La puerta del ascensor se abre en el primer pis
Último capítulo