El viento aullaba entre los árboles como un animal herido. Eva observaba desde la ventana de la pequeña cabaña cómo las ramas se mecían violentamente, creando sombras que danzaban sobre el suelo de madera. Habían llegado al refugio apenas unas horas antes, cuando el sol comenzaba a ocultarse tras las montañas, tiñendo el cielo de un rojo sangre que parecía presagiar lo que estaba por venir.

—Están abandonando el círculo —dijo Lucian, rompiendo el silencio mientras revisaba los mensajes en su teléfono—. Primero fue Meredith, luego los hermanos Blackwood. Ahora Eliza y su grupo.

Eva se giró para mirarlo. La luz de la chimenea dibujaba contornos dorados sobre su rostro anguloso, pero no podía ocultar la preocupación en sus ojos.

—¿Cuántos quedan? —preguntó ella, aunque temía la respuesta.

—Menos de la mitad. Temen que la bruja haya regresado por completo —Lucian dejó el teléfono sobre la mesa y se acercó a ella—. Temen que seas ella.

Eva sintió un escalofrío recorrer su espalda. Desde aq