Choque de culturas y poderes.
Los esposos estaban sufriendo un infierno cada uno a su manera, más no sería tan sencillo resolver algo como lo que pasó, y eso el Jeque lo sabía.
Los sonidos guturales del pequeño Rafael los regresaron a la realidad, ese niño pedía atención como si supiera que era un príncipe.
— Creo que el bebé obeso tiene sueño, déjame arrullarlo.
El Jeque lo quitó de los brazos de su esposa para pasearlo por la pequeña sala de estar.
Los ojos azules ahumados de Monserrat no perdían de vista al varonil hombre, él era tan extraordinario en todo, el mejor en los deportes, en los negocios, había sido el mejor novio, y ahora verlo en esa faceta cuidando de un bebé, hacia que deseara tener un regordeto bebé con él.
La mexicana se sacudió la cabeza, estaba pensando tonterías, más el árabe la leyó como libro abierto.
— ¿Quieres uno que sea nuestro? Un bebé que venga a alegrarnos.
— ¿Qué dices? Eso es imposible, no tendremos un bebé, estamos separados, ¿Recuerdas?
— Lo solucionaré,