Verdades dolorosas.
La doctora había cerrado los ojos esperando sentir el dolor que las garras de la loba provocarían en ella, pero eso nunca sucedió.
— Ssss...
Se escuchó a un hombre sisear de dolor, lo que hizo a la mujer platinada abrir los ojos.
— ¿Pero qué crees que estás haciendo? ¡No te interpongas entre esta humana y yo, ella no es Diana de estar aquí, mucho menos de llevar el cachorro del Alfa! — Siomara le rugió al hombre que aún estaba de espaldas.
— ¿Qué demonios haces Siomara? ¡Te acabo de advertir que no tocaras a la doctora! — La voz molesta del Alfa se escuchó llenar el salón.
— Tú... Me salvaste, ¿Por qué...?
El vampiro comenzó a ponerse de pie, estaba herido, pero eso no le importó. Sus morados ojos brillaban con intensidad.
— No te atrevas a poner tus sucias garras sobre ella, loba pulgosa, solo te lo voy a advertir esta vez, si la lastimas, si te atreves a hacerle daño, yo mismo te voy a matar, y lo haré lentamente disfrutando casa momento de agonía que tengas.
—