Los ardientes antojos de la reina luna.
Por la mañana Elizabeth se despertó pero su Alfa ya no estaba en la habitación, ella se puso una bata sobre su pijama, ella se veía hermosa.
La reina luna estaba bajando con cuidado los escalones para no caerse, en ese momento Emiliano también bajaba y le ayudó, no podían arriesgar la vida de la cachorrita que todavía seguía creciendo en el vientre de su madre.
— Gracias Emiliano, iré a buscar a Damiano.
— Seguro está en el despacho, ve.
La bella mujer entró al despacho sin tocar, entonces encontró al apuesto y elegante Alfa sentado en su silla detrás del escritorio.
El lobo levantó la mirada al notar su presencia.
— Ya despertaste querida, ¿Sucede algo? ¿Me estás buscando?
— Me desperté y no estabas a mi lado, de pronto sentí que te extrañaba.
— Ven aquí. — El lobo recorrió hacia atrás su suya y dejó que su luna se sentara en sus muslos. — Parece que el embarazo te tiene muy sensible, mi bella luna.
— Si, no es agradable no tener control sobre tus emociones,