Luna
El viento acariciaba mi rostro mientras corría de regreso al territorio de Zane. Cada paso me acercaba más a él, y mi corazón latía con fuerza ante la perspectiva de volver a verlo. Las revelaciones de mi viaje pesaban sobre mis hombros como una carga invisible, pero también me habían dado una claridad que antes no poseía.
El bosque se abrió ante mí, y pude distinguir los límites del territorio. Mi lobo interior se agitó, ansiosa por regresar a lo que ahora consideraba nuestro hogar. Era extraño pensar que el lugar que una vez temí se había convertido en mi refugio, y que el hombre al que todos llamaban "el Alfa despiadado" ahora era mi ancla.
Crucé la frontera y de inmediato sentí la presencia de los centinelas. No me detuvieron; ya me conocían. Seguí corriendo hasta divisar la casa principal, donde sabía que encontraría a Zane. Mi corazón dio un vuelco cuando lo vi de pie en el porche, como si hubiera estado esperándome. Su rostro, normalmente impasible, mostraba una mezcla de