C41-ISABELLA BLACKWOOD.

Aslan estaba sentado en la sala principal de la mansión Crowe, solo, sin música, sin ruido.

Solo él y su fracaso.

De repente se levantó de golpe, agarró la botella de hidromiel importada que estaba sobre la mesa y se sirvió un vaso hasta el borde. Se lo tomó de un solo trago.

Ardió.

Pero no fue suficiente y se sirvió otro.

—Maldita sea —escupió, golpeando el vaso contra la mesa.

No estaba furioso por amor.

No estaba furioso porque Draxel hubiera “robado” a su prometida.

Estaba furioso porque había perdido la única vía para obtener el poder de su manada.

Durante generaciones, la familia Crowe había sido respetada, temida y rica gracias al comercio de antigüedades mágicas: reliquias, grimorios y piezas encantadas prohibidas.

Un negocio ilegal, sí… pero nunca en contra de los lobos. Jamás habían vendido algo que dañara a su especie.

Todo cambió con la maldición.

Aslan se llevó una mano al pecho, sofocando el dolor que no era físico. Era un peso constan