C2- ADEMÁS NO TE AMO.

C2- ADEMÁS NO TE AMO.

El corazón de Anya martillaba en su pecho, cuando escuchó la puerta principal cerrarse, eso la sacudió como un puñetazo en el estómago. Un instante después, Levi apareció ante ella con una sonrisa tranquila, como si nada hubiera pasado, como si ella no lo hubiera visto minutos antes besando a otra mujer y sosteniendo a un bebé cuya existencia desconocía.

—Anya, cariño…

Avanzó para besarla, pero ella retrocedió. Ya no era la misma y ahora lo sabía todo, su mirada no era la de la misma mujer que no se atrevía a levantarle la voz a su marido.

Levi frunció el ceño y un destello de irritación cruzó su rostro y ese momento, ella explotó.

—¡Eres un maldito! —escupió, y un momento después su mano se estampó contra su mejilla.

Él se quedó paralizado, sorprendido por su acción.

—¿Qué mierd4 te pasa, Anya? ¡¿Por qué me pegas?!

—¡Cómo pudiste! —gritó, lanzándole otra bofetada, esta vez con toda la rabia que le quemaba por dentro. Su palma ardió mientras él se llevaba la mano a la cara enrojecida. Los ojos de Levi se oscurecieron en segundos y toda pretensión de calma desapareció.

—¡¿Qué carajo es esto?! ¡¿Estás loca?!

—¡No, no estoy loca! —su voz se quebró, pero no perdió fuerza—. ¡Ojalá lo estuviera! ¡Preferiría la locura antes que saber esta verdad asquerosa!

Él se quedó helado, todavía sin comprender.

—¿De qué mierd4 hablas?

—Tienes otra maldita familia —siseó—. Te vi con mis propios ojos, Levi Williams. No lo niegues. ¡Acabo de verte en el hospital!

Durante una fracción de segundo, sus ojos se agrandaron. Luego, ella notó el cálculo rápido, la mentira en sus labios, hasta que la máscara se desplomó y la sorpresa se esfumó y quedó solo una arrogancia helada.

—Sí —admitió, encogiéndose de hombros como sí que lo descubrieran no significara nada—. Esa mujer es mi esposa y ese niño es mi hijo.

El mundo se detuvo para Anya. Porque una parte, la más ingenua había esperado que lo negara, que inventara cualquier excusa ridícula de hombre infiel.

Pero no. Él no negó nada. Parecía incluso aliviado.

—¡Eres un infeliz! —siseó—. ¡Tuviste un bastardo!

Levi soltó una carcajada cruel que la erizó de pies a cabeza.

—No, Anya… —dio un paso hacia ella y por primera vez mostró el vacío absoluto en sus ojos y para ella fue el rostro de un extraño con el que había dormido durante años—. Aquí el bastardo es ese niño débil y enfermizo que pariste.

El pulso de Anya se descontroló y su respiración se volvió jadeante.

—Ni siquiera pudiste parirlo sano —continuó él, disfrutando de cada palabra—. Además no te amo.

Ella no respondió. ¿Cómo podía? En cambio sus labios se sellaron sin poder formar sonido alguno. Entonces, Levi se acercó más, y su aliento, que antes la estremecía de placer, ahora le daba asco.

—Ella es mi única y verdadera esposa —confesó.

Anya sintió que su mundo se apagaba y la rabia y el dolor se redujeron a un zumbido lejano, a un shock que la dejó vacía.

—¿Q-qué?

—Que tú y yo nunca nos casamos —dijo con indiferencia—. Todo fue una mentira. Cinco años de mentira.

—No… no es posible…

—¿Para qué mentiría ya? —replicó con frialdad—. Ellos son mi única familia. ¿Por qué crees que desaparecía tanto por trabajo? —negó con la cabeza y una sonrisa torcida le deformó la cara—. Eras tan fácil… tan rota después de la muerte de tu padre. Estabas tan necesitada de que alguien te rescatara.

Ella retrocedió hasta chocar con la pared.

—¿Por qué? ¿Para qué me hiciste creer que…?

—Para mi jefe —respondió él como si fuera obvio.

—¿Jefe? ¿Qué jefe?

Los ojos de Levi brillaron como los de un depredador a punto de atacar.

—Todo este tiempo viviste con un hombre peligroso, cariño —susurró—. Dale las gracias a tu padre. Si él no hubiera hecho negocios con la mafia, yo no habría tenido que sacrificar cinco años contigo.

La sangre huyó del rostro de Anya.

¿Su padre?¿Tratos con la mafia?

Todo era inconcebible. Sin embargo, no quería explicaciones, lo único que quería era que él desapareciera.

—Lárgate —escupió, señalando la puerta—. ¡Sal de mi casa!

Pero Levi rió y aplaudió lentamente.

—No sabía que tenías esta vena desafiante —su mirada la recorrió de arriba abajo—. Reconozco que te ves excitante así.

El aire se le congeló en los pulmones cuando él dio otro paso hacia ella.

—Aléjate…

Intentó esquivarlo, pero su brazo se cerró alrededor de su cintura y la pegó contra su cuerpo. El pánico se volvió visceral cuando sintió su respiración en el cuello.

—Siempre fuiste tan predecible en la cama —murmuró—. Pero esta furia… hace que me den ganas de romperte.

El asco la ahogó y forcejeó con todas sus fuerzas, pero él era una montaña imposible de mover.

—¡Suéltame!

Los labios de Levi se aplastaron la piel de su cuello y su mano arrancó su blusa, en segundos los botones estallaron y rodaron por el suelo.

El pánico la desbordó y buscó a tientas, encontrando la lámpara de Aidan, la levantó con desesperación para estrellarla contra su cabeza. Pero Levi fue más rápido y le atrapó la muñeca antes de que atestara el golpe.

—¡SUÉLTAME! ¡NO ME TOQUES! —aulló Anya, desgarrada por el terror.

—No me gusta que me desafíen —gruñó—. Y tú cruzaste la línea, Anya. Y eso tiene consecuencias.

Le arrancó la lámpara y la arrojó contra la pared y antes de que ella pudiera reaccionar, la empujó con violencia contra la cama de su hijo.

—¡No! —gritó ella, luchando.

Pero fue inútil.

Él era más fuerte, más pesado y cruel. Sus manos desgarraron lo que quedaba de su ropa, y mientras el frío la golpeaba, el calor de su cuerpo la aplastaba. Y su mente gritaba que no, pero sí estaba pasando.

No había salida.

Solo quedaba el peso brutal de su traición, el dolor insoportable y la destrucción de un hombre que había creyó la amaba.

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