Han pasado los meses y el silencio aún pesa.
Coromoto se había marchado sin una palabra, sin explicación alguna y Ángel, aquel hombre que alguna vez se sintió dueño del mundo a su lado, nunca comprendió el motivo de su partida. Tal vez era un asunto de destino o de algo más profundo que él no entendía.
Lo cierto es que la vida continuó, imparable, fría, y él tuvo que aceptar que, por más que lo deseara, no podía cambiar lo ocurrido.
Su amor se desvaneció como una sombra al atardecer, y con ello, una parte de él también se fue ese día, Pero nunca pudo olvidar cuando la vio caminando por la calle, al lado de su esposo William y sus hijos pequeños, como si nada hubiera sucedido, como si la violencia, los engaños y los malos años que compartieron no hubieran existido jamás. Y lo peor de todo, como si él mismo, no hubiera significado nada en su vida.
Solo una ráfaga de un amor que ya no tenía cabida en el presente. Fue un golpe tan fuerte que lo dejó sin aliento desde aquel día.
¿Cómo