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Apenas Cara llegó a abrir la puerta, fue arrollada contra la, un jadeo de asombro brotó de sus labios cuando sintió el calor que emanaba del cuerpo Bastiaan y su embravecida erección en su trasero. Agradeció su costumbre de siempre dejar la luz de una de las lámparas de la sala al salir, porque aunque se conociera el pequeño apartamento estaba segura de que su efecto en ella la haría desorientar.
—Deja de tentarme —susurró con voz gutural en su oído, y luego acarició desde el lóbulo de oreja hasta su cuello con la punta de la nariz.
Cara no prestó atención a sus palabras, y lo que hizo fue erguir su espalda. Quería ser la mujer que rompiera sus esquemas, la que lo llevara al límite. Necesitaba comportarse en ese instante como una egoísta, se obsesionó en ese instante con hacerle hervir las sangre en las venas. Al punto que olvidara cualquier encuentro sexual antes de ella.
Se había vuelto loca por