No supo cuanto tiempo se quedó dormida, lo cierto es que se sentía relajada, y bien descansada. Abrió los ojos justamente cuando se escuchó el suave toque de la puerta.
—Señor, en veinte minutos aterrizaremos —dijo azafata.
—Muy bien, enseguida estaremos en nuestros asientos —replicó Bastiaan con voz un poco grave por la somnolencia.
Al escuchar aquello, Cara se incorporó de golpe dejando que la sabana rodara por sus pechos dejándolos al descubierto.
—Eres tan hermosa…
—Por favor, Bash no me mires así —lo cortó sonrojándose.
Bastiaan no pudo evitar tomarla rápidamente de un brazo, para hacerla caer de nuevo a espaldas sobre el colchón, y devorar sus labios una vez más.
—Nos quedan pocos minutos para aterrizar —le recordó al sentir sobre su muslo la er3cción mañanera del hombre que la había dejado sin aliento durante todo el viaje de vuelta a casa.
—Tienes razón —expresó a regañadientes, y salió de la cama desnudo en toda su gloria.
Cara pensó en ese momento si no había desperdici