Capítulo 11.
Después de sucumbir al pánico en los siguientes dos o tres kilómetros debido a que Esteban ni siquiera disminuyó la velocidad en las curvas, por fin pude decir algo más coherente que ¡Oh ah oh!
-¡Joder! ¡¿Qué mierda sucede contigo?!
Los nudillos de sus manos estaban blancos de la fuerza que utilizaba para sujetar el volante. Estaba muy tenso.
-Escucha Megan. - Dijo con voz sombría. - Necesito que te tranquilices para que me dejes pensar.
-Claro. ¿Quieres que me tranquilice ahora o cuando vuelvas a derrapar el auto en la siguiente curva y vea a la muerte de cerca? - Pregunté con sorna.
Él inhaló profundamente y luego gimió como un animal herido.
-La historia es larga; prometo explicarte después si solo te tranquilizas. No me ayuda oler el terror que sale de tus poros. Necesito concentrarme para saber a dónde nos puedo llevar y perder a los pumas de afuera.
Yo seguí su ejemplo de inhalar, solo que lo hice más lentamente.
No entendía mucho, pero la mención de "pumas" me hizo pensar en qu