25.

Lucas había regresado a la habitación del hospital después de su agitada llamada telefónica. Estaba tenso, caminando de un lado a otro. Isabela lo observaba desde su cama, su brazo enyesado reposando sobre una almohada.

— Es una insolente — bufó Lucas, golpeando suavemente una mesa auxiliar —. Ni siquiera puede simular remordimiento. Y el dinero… está siendo un infierno liberarlo. Los malditos bancos son lentos. Tengo que hacer algo antes de que se de cuenta.

Isabela, con voz suave y melodiosa, intentó apaciguar su malhumor.

— Lucas, mi amor, no puedes tratar así a Amber. Ella es tu prometida. Está bajo mucha presión. No es su culpa actuar como una estúpida.

Lucas se detuvo y la miró con una expresión de desprecio.

— ¿Bajo presión? Por favor, Isabela. No te engañes. Tú estás aquí, herida, en una silla de ruedas, y te preocupas por mi estado de ánimo. Ella solo se preocupa por sabotearme.

Se acercó a la cama y tomó la mano de Isabela, la que no estaba enyesada.

— Tú eres la verdadera m
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