Llegamos a la amplia y ventilada habitación, toda acristalada, que observé atentamente.
- Siempre he querido ver tu casa... - confesé, mientras me movía por el lugar, analizándolo todo.
- ¡No lo sabía, chuchu! Podías haberme avisado antes.
- Aunque te lo hubiera dicho de antemano, no me habrías traído.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro?
- No me querías... - Pasé la mano por las sábanas blancas y limpias, suaves como el algodón.
- ¿Crees que mis sentimientos han pasado de ayer a hoy? - Me miró, apoyado en la ventana que daba a la calle.
- ¿Cuándo llegaron? - quería saber.
- Hace mucho tiempo... Pero sólo lo supe con seguridad en la casa del lago.
- Allí lo hiciste todo mal. - No pude evitar recordar, mientras me volvía hacia los cuadros colgados en la pared, queriendo encontrar uno en particular.
- Y lo lamento mucho. - Lo dejó claro.
Entonces encontré lo que buscaba. Allí estaba la prueba de embarazo, enmarcada, exactamente como me había asegurado que había hecho.
"Paciente: Mônica Alda