Pero si Gabe renunciaba a vengarse de mi padre, por mucho que me dijera que era un simple "cariño" que sentía por mí, yo sabría que iba más allá. Sólo entonces estaría segura de que me quería y de que no volvería a hacerme daño.
Cuando llegué a casa, Rita y yo empezamos a buscar casas de alquiler en Internet. Llamamos a unas cuantas y fuimos a visitar dos. Aunque los precios estaban muy por encima de nuestras condiciones, los inquilinos parecían dispuestos a negociar. Sin embargo, horas o incluso minutos después, recibíamos mensajes diciendo que las propiedades ya se habían negociado o que los propietarios ya no estaban interesados en alquilar.
Finalmente, cuando Rita y yo nos tumbamos en la cama, cansadas, nos miramos y ella dijo:
- Estoy segura de que el idiota de tu marido está detrás de esto.
- ¿Gabe?
- Sin duda influye en que la gente no nos alquile.
- Pero él no tiene forma de saber cada lugar al que voy, llamo o escribo. Esta vez Gabe es inocente. Es sólo cuestión de mala suert