Olivia cayó sobre la cama, boca abajo, jadeando, con el cuerpo ligeramente tembloroso, la cicatriz de su espalda parecía vibrar con los latidos de su corazón.
Besé la cicatriz y me tumbé a su lado, los dos con las piernas cruzadas sobre la cama, agotados. Chuchu apoyó la cabeza en los brazos y me miró largo rato. Me mordí los labios con fuerza para no decirle lo mucho que la quería, olvidando que estaba herida. Me lloraban los ojos del dolor, pero seguí adelante. Nunca confesaría lo que sentía por mi mujer... Ni siquiera en mi lecho de muerte.
- ¿Te ha gustado? - pregunté, ansioso por una respuesta.
Suspiró largo rato:
- Sí.
- ¿Lo hacemos otra vez?
- La verdad es que no quiero volver a hacerlo -se levantó y se cubrió con una de las sábanas de la cama-. Te agradezco los orgasmos, pero estoy cansada. ¿Podrías salir de mi habitación, por favor?
Tragué saliva, insegura de haber oído:
- ¿Qué has dicho?
- Dije, saliendo de mi habitación. Y olvidé decir algo más... - Se acercó y se puso de p