CAPÍTULO 11: FUEGO EN LA COCINA
Elena
Cuando Ethan me invita a cenar, al principio pienso que bromea. Su sonrisa tranquila, su tono ligero, todo en él parece un juego sin consecuencias. Pero lo repite, con esa seguridad encantadora que no acepta un no.
—Solo una cena, Elena. No muerdo —dice, levantando las manos como si pudiera leer mis dudas.
Titubeo. Parte de mí sospecha que ya sabe quién soy, o al menos que está al tanto de la historia, pero me doy cuenta de que, aunque lo sepa, no me juzga. Sus ojos no tienen ese resentimiento que Jacob carga como una segunda piel.
—Está bien —respondo, al fin—. Pero solo una cena.
Y así termina siendo. El restaurante del hotel Hastings parece sacado de una revista: manteles blancos, lámparas de cristal, camareros que se mueven entre las mesas. Me siento fuera de lugar, pero Ethan logra que lo olvide con facilidad. Habla de viajes, de lo caótico que es hacer negocios en Nueva York, de anécdotas absurdas de la universidad. No menciona a Jacob ni un