Início / Romance / Dueño de mi mentira / Capítulo 2 - Hazme tuya
Capítulo 2 - Hazme tuya

La noche continuó entre copas y coqueteos inocentes, hasta que, sin que Lluvia se diera cuenta, el reloj marcó la medianoche.

—Me temo que tenemos que cerrar —anunció Joel, acercándose al único par de clientes en el lugar—. Señorita Lluvia, ¿quiere que le pidamos un taxi?

Ella le dedicó una sonrisa amplia. Por el leve sonrojo y la mirada vidriosa, era evidente que iba bastante alegre.

—Traje mi coche, Joel, no te preocupes —respondió con voz algo pastosa. Mario tuvo que contener una carcajada.

—Pero señorita, en ese estado no puede conducir.

—¿En qué… hip… estado? —preguntó entre hipidos, incorporándose con un movimiento torpe. Mario se levantó al instante.

—Creo que esto ha sido culpa mía —se colocó junto a ella para evitar que se desplomara, pasándole un brazo firme por la cintura. Joel no sabía si intervenir o no ante semejante escena—. Yo me encargo de llevar a la señorita Lluvia a su casa.

—Pero…

—No se preocupe, amigo, la cuidaré bien —dijo Mario, sacando la cartera con la mano libre y dejando sobre la barra un billete de cincuenta euros—. Considérelo una propina por su buena disposición.

Joel dudó unos segundos, pero al final asintió, aceptando el dinero.

—No hace falta que… hip… que me lleves a ningún sitio. Sé conducir sola —protestó Lluvia.

—Apenas puedes mantenerte en pie, no seas cabezota y sube al coche —él abrió la puerta, intentando ayudarla.

—¡No! —replicó ella, apartando su mano—. Si alguien me ve en el coche de un desconocido, mañana me tengo a toda la prensa en la puerta.

—¿La prensa? —Mario arqueó una ceja, intrigado. ¿Quién demonios era Lluvia González? Ya lo averiguaría después. Por ahora, lo importante era que no acabara tirada en la calle.

—Entonces, al menos déjame acompañarte hasta tu coche… ¿dónde lo has dejado? —miró alrededor: el aparcamiento estaba casi vacío, solo quedaba su propio vehículo.

Lluvia giró la cabeza despacio, como si buscara algo entre nubes, y de pronto abrió los ojos como platos.

—Me lo han robado… ¡Policíaaa! —empezó a gritar.

Mario soltó una carcajada y, acercándose, le cubrió suavemente la boca.

—Si sigues gritando, la prensa se enterará de todo. Anda, sube al coche, las lunas están tintadas, nadie verá que eres tú.

En su estado, aquello le pareció un argumento de lo más sensato. Así que, con ayuda del hombre de ojos claros, se dejó guiar hasta el asiento del copiloto.

Mario encendió el motor, comprobó los espejos y salió del aparcamiento. Dentro, el aroma de su colonia mezclado con su olor natural la envolvía, haciéndole perder aún más la noción del momento.

—¿Recuerdas dónde vives, al menos? —preguntó él, sin apartar la vista de la carretera.

Claro que lo recordaba. También recordaba dónde vivía José. Y, sobre todo, recordaba que no quería ir a ninguno de esos sitios. Así que mintió.

—No… pero puedes dejarme en un hotel. Mañana ya volveré a casa.

—¿Alguno en concreto?

—Cualquiera.

Mario asintió y puso rumbo al centro.

—No eres de aquí.

—¿Y qué te hace pensar eso?

—Tu acento. Es distinto. Hablas igual que mi madre… ella es española, de Madrid.

—Vaya, qué casualidad. Yo también soy de Madrid. Mis padres se conocieron allí, aunque son de un pueblito de provincia.

—Debe de haber muchas mujeres guapas en Madrid… —comentó ella, con una media sonrisa.

—En efecto… las hay —contestó, mirándola de reojo.

—¿Te has acostado con alguna? —indagó Lluvia.

La pregunta lo pilló desprevenido y le arrancó una sonrisa.

—Con varias, la verdad… incluso con algunas que jamás pensé que entrarían en mi radar.

—Eres un narcisista —replicó ella, y la risa de Mario sonó aún más grave y profunda.

—Tú has preguntado, yo solo respondo. ¿Para qué quieres saber eso?

—Yo… quiero que me digas si te parezco guapa.

Desde el primer momento en que la vio en el bar, le había parecido una mujer impresionante, muy distinta a las rubias caucásicas que lo asediaban a diario. Sí, todas eran guapas, pero Lluvia era… otra cosa. Exótica. Con curvas marcadas, cabello negro y brillante, labios carnosos y esa mirada oscura y felina que incitaba al pecado.

—Estás bien… para ser latina —respondió sin un ápice de pudor.

Ella se sintió ofendida y le soltó un golpe en el hombro, más fuerte de lo que él habría esperado de una mujer tan elegante.

—Estoy conduciendo, no hagas eso —protestó, frotándose el brazo.

De pronto, encendió las luces de emergencia y detuvo el coche. La calle estaba desierta, así que nadie lo apresuraría a seguir.

—¿Por qué preguntas si eres guapa? ¿Es por eso que hoy has bebido como un pirata? —la sujetó de los hombros, quedando peligrosamente cerca de su rostro. Ella no pudo sostener su mirada celeste y giró la cabeza, sonrojada.

—No lo entenderías —murmuró, apenas audible.

—Explícame entonces —dijo, y como en el bar, la tomó con suavidad del mentón para obligarla a mirarlo, infundiéndole cierta confianza.

Ella lo miró unos segundos… y lo besó. Fue un beso rápido, inesperado. Él no correspondió al principio, pero eso no detuvo a Lluvia. Se abalanzó sobre él, rodeándole el cuello y fundiéndose en un beso más profundo. Esta vez, Mario cedió. Sus manos bajaron hasta la cintura de ella y, con un leve mordisco en su labio inferior, le pidió abrir la boca. Su lengua, experta, exploró cada rincón, enviándole sensaciones que bajaban por su garganta, se enroscaban en su estómago y se encendían en su intimidad.

El corazón de Lluvia latía con fuerza, haciendo que su pecho subiera y bajara con rapidez. No podía mantenerse erguida, pero tampoco quería apartarse. Se dejó caer sobre el asiento, provocando que él quedara encima, en una posición incómoda para un coche, pero cargada de tensión. Sus pechos rozaban el torso firme de Mario, encendiendo un fuego en él que ya no podía ignorar.

La deseaba. La quería en su cama, desnuda y entregada. Necesitaba poseerla, hacerla suya, aunque solo fuese una vez.

—Tenemos que ir al hotel —susurró Mario, con voz grave y áspera.

A Lluvia le costó recuperar el aliento, pero lo logró.

—Vamos —dijo sin titubear—. Hazme tuya.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App