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Capítulo 5

Drago:

Días después..

Definitivamente el trabajo que tengo es el mejor del puto mundo. Me encanta cuando hacen un trabajo excepcional en mis territorios. Las armas llegaron a tiempo junto con el dinero, más satisfecho no puedo estar. Haber hecho esta venta, me traía a mi mas dinero y mucho mas prestigio. 

—Drago ¿A dónde iremos? —preguntó Ian contento.

—Al bar a festejar por mi logro, el maldito presidente me compró las mejores armas, el sabe que no le conviene cambiarme por otro comprador —reí—, esta noche deseo una buena chica, vamos.

Cómo siempre mi arma no podía faltar, era mi bebé de la suerte, la coloque detrás de mi y me coloque el saco, hoy estaba dispuesto a divertirme y obtener una chica que me complazca como es debido.

Ian se fue en su auto y yo en el mío, por lo general no me gusta andar con el en el mismo auto, por precaución es mejor así. Bajé de mi BMW del año y como siempre, me daban la mejor bienvenida a mi Bar. La música y las chicas por todos lados era una delicia para mí vista, las chicas con las tetas al aire era delicioso de ver, este era el mejor bar de la ciudad y no había duda de ello.

—Buenas noches Dragón —una chica se acercó a mi—, es grato verlo por aquí.

Su traje de cuero negro le quedaba a la perfección.

—Quiero un Bourbon con poco hielo —asintió— y una de las mejores chicas, ahora.

Ella asintió y se fue, subí al área VIP donde sólo podía estar yo, todos mis hombres quedaban afuera, tenía vista hacia la pista de baile y la barra, este era un club exclusivo donde podían entrar ciertas personas que les guste follar entre si, no es de mi agrado hacerlo ni verlo, pero cada quien con sus gustos.

La chica llegó a mi sitio y dejó la bebida sobre la mesa, detrás de ella estaba una chica con un traje diminuto color blanco.

—Ella es nuestra mejor chica señor —asentí—, hará lo que le pida.

—Largo.

Ella salió dejando a la chica frente a mi.

—Incate ahora y ven aquí.

Y así obedeció, se arrodilló y gateó hasta mi, me abrio las piernas para dar un beso en mi pantalón, me serví un trago mientras miraba a la chica desabrochar mi cinturón y abrir el botón de mi pantalón, la tomé del cabello y acerque mi rostro al de ella.

—Quiero que me hagas correr ¿Entendido?

—Si señor.. —sonrió de lado. 

La solté para recargar mi espalda sobre el sofá, le di un sorbo a mi trago y ella empezó con su trabajo, vaya que sabía usar bien esa boca, su lengua pasó por toda mi dureza y empezó a mover su cabeza de arriba hacia abajo. Sus movimientos aumentaron haciéndome endurecer más, tomé su cabello para yo mismo follarle la boca.

Pero mis movimientos de detuvieron abruptamente cuando en la pista de baile divisé a una persona, me quedé por un momento tratando de mirar bien, hasta que me di cuenta de la mujer que estaba moviéndose en la pista de baile de manera sensual. 

—¿Samantha? —fruncí el ceño— Joder... ¿Que hace mi empleada aquí?

Saqué su boca de mi polla y la aleje de mi. 

—Largo.

Ella se levantó y se fue de inmediato, me acomodé los pantalones para tomar saco e ir hasta donde estaba ella, baje rápidamente las escaleras y me metí en la multitud para buscarla, cuando al fin la encontré la tomé del hombro la girarla pero no era ella, era otra mujer.

Joder ¿Que había Sido eso? Había jurado ver visto a Samantha en medio de éstas personas bailando. Completamente aturdido decidí irme del bar, la noche se me arruinó, le envié un mensaje a Ian para decirle que regresaría a casa, subí a mi auto con mis hombres detrás y conduje hasta la mansión, baje de mi auto y lo mandé a guardar, mire mi reloj y eran las dos de la mañana. 

Caminé por toda la casa y escuché unas voces en la cocina, fui hasta allá y ahí estaban Saraí con Samantha, me quedé en silencio para poder escuchar lo que hablaban.

—Deberías dormir ya Samantha, no creas que no me doy cuenta de que entras a la biblioteca del señor Drago, no quiero que te metas en problemas.

—Lo lamento, solo que aún no me acostumbro a estar en esta casa, es demasiado grande para mí... Lo único que me hace calmar es leer.

—Entiendo tu punto, pero el señor no le gusta que nadie entre a su biblioteca, puede despedirte o peor matarte si te descubre. 

—¿Matarme? ¿Sería capaz?

—Si lo traicionan por supuesto que sí... El señor Drago es bueno, cuando son buenos con el, pero cuando se le lleva la contraria puede ser muy cruel. Eres joven y bonita, no me gustaría que terminaras de la peor forma.

—Entiendo. Me iré a dormir.

He estado observando a Samantha por días, desde que llegó a trabajar aquí jamás la he visto sonreír o reírse, las hijas de Sara son muy escandalosas pero a Samantha jamás la he visto sonreír.

Por supuesto que no puede andar con una sonrisa todo el día idiota..

Ignoré a mi estúpida conciencia y subí a mi habitación, aún pensaba en como carajos es que la había visto en el bar, mi mente me estaba jugando una muy mala pasada y eso significaba problemas.

(...) 

A la mañana siguiente.

Cómo era costumbre, me levanté a las siete, me asee para ir al gimnasio de mi mansión, me coloque un pantalón de chandal y zapatos deportivos, caminé hasta mi gimnasio para empezar a ejercitarme.

Soy un maldito egocéntrico y mi figura para mi, era una prioridad, me gustaba verme y sentirme bien, atraer a muchas chicas y sobretodo cuando me tocaba pelear, lo hacía cuerpo a cuerpo y jamás perdía.

Me quité la musculosa y se vieron los tatuajes que tengo pero sobretodo esa maldita cicatriz que estaba en mi pecho, de lado a lado, la odiaba pero me hacía sentir fuerte y de que la muerte para mí, no significaba nada. Soy un hijo de puta desalmado y no me importaba asesinar a alguien me traicionara, la vida me enseñó a ser alguien fuerte y que no debo dejar que nadie me pisotee, por algo me llaman el Dragón, alguien desalmado y sin una pizca de piedad.

Di varios golpes al saco y escuché pasos detrás de mi, mire a través del espejo que venía Samantha con la bandeja de comida, busco con la mirada una mesa donde poder colocarla.

—Puedes ponerla en el suelo.

Dió un respingo por lo fuerte que salió mi voz, e hizo lo que le pedí.

—¿Cómo está el café?

—Caliente y sin azúcar señor.

En su rostro no había nada, ni una expresión, siempre se ha mantenido neutra y fría, me hace recordar a mi cuando tenía quince años.

—Bien, puedes retirarte.

Ella asintió y yo seguí en lo mío, aún pensaba cómo es que no la mataba por entrar a escondidas a mi biblioteca, quizá sea porque casi siempre yo estaba detrás de ella escuchando como leía, tal cual lo hacía mi madre. Ni siquiera yo mismo me entendía en este momento. 

Cada noche entraba a escucharla leer, jamás había permitido que nadie lo hiciera ¿que tiene ella de diferente? 

—Vamos Drago, concéntrate... —le di otro golpe al saco pero no dejaba de pensar en Samantha, en su voz suave leyendo en la biblioteca— ¡Joder! Maldita sea ¿Que m****a me sucede?

Miré la bandeja donde estaba la comida y el café, quería tirar todo eso... Pero, ella lo trajo hasta aquí, no podría hacerlo. 

¿Que m****a me está pasando?

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