[DANA]
A treinta y cuatro minutos de nuestro destino, Max aparta su cabeza de mi hombro, mira por la ventana y deja escapar un sonoro suspiro.
—¿Sucede algo? —inquiero.
Max me mira de soslayo y niega.
—¡Vaaamos! —hago un puchero y toco su hombro repetidas veces para llamar su atención—. Cuéntale a la tía Dana lo que te acontece.
Sonríe, da media vuelta en el asiento, me revuelve el cabello y me abraza, con mi espalda pegada a su pecho. Deja un beso en mi sien y vuelve a suspirar.
—¿Se supone que hacemos esto por nosotros o por el imperio?
—...
—Escucha, sé que todo es por Ángel, pero… ¿crees que seremos capaces de fingir que nos queremos allá, frente a todos?
Me doy la vuelta y acaricio su rostro.
—Pero sí nos queremos… al menos yo te quiero. Y muy pocas personas logran tal efecto en mí —le digo con gracia—. Somos amigos… no veo que esto sea mentira.
Dije algo que no debía, porque su mirada de aburrimiento se vuelve más evidente. El silencio nos envuelve por al menos cinco minutos, ha