Brianna es madre soltera y su madre sufre cáncer. Necesita con urgencia dinero, por eso, a pesar haberse titulado como abogada, decide trabajar como secretaria del atractivo Trevor Harmon, uno de los abogados más poderosos de Seattle. Trevor necesita alcanzar una sociedad que elevará el estatus de su firma por las nubes, pero el dueño de esa corporación es un japonés que valora el matrimonio. Para convencerlo de negociar con él y no con otros, prepara un matrimonio por conveniencia con su nueva secretaria, por quien siente una gran atracción. Brianna y Trevor firman un contrato y se casan en pocas semanas, pero, después de la boda, él la presenta ante sus mejores amigos sin saber que uno de ellos, Connor, resultó ser el padre del niño.
Leer másBrianna se puso de pie cuando vio a su apuesto jefe pasar como un rayo frente a su escritorio. Dejó que sus pupilas se degustaran con su atractiva presencia, hasta que él desapareció dentro de su oficina.
Trevor Harmon era un hombre alto y muy elegante, de cuerpo atlético y cabellos negros espesos, que siempre llevaba muy bien peinados. Aunque su mayor cualidad era su mirada, que resultaba tan intensa que parecía hecha de fuego.
En medio de un suspiro ella tomó su agenda y un bolígrafo y lo siguió. Él ni siquiera la había notado al entrar por estar discutiendo a través de su teléfono móvil con algún cliente terco.
La oficina del presidente de la firma de abogados Harmon y Asociados era el lugar más hermoso de aquel edificio. Se trataba de un salón amplio, con una decoración sobria y moderna y unas hermosas vistas al downtown de Seattle y a la bahía.
Trevor se había sentado en su butaca y le daba la espalda a Brianna mientras continuaba con su discusión telefónica. Su mirada se perdía en las aguas del estrecho de Puget.
—No podemos aceptar su postura, Todd, perderemos más de lo estipulado. Convéncelo de que ir a juicio será un infierno. Él cometió un error, él debe pagar por eso, el dinero no es un problema. Cualquier suma que le impongan la recuperará en pocos meses —decía con tono enfadado.
Brianna se sentó en una silla frente a él y buscó hacer el menor ruido posible. Era tan silenciosa como un ratón, algo que Trevor Harmon agradecía porque sus nervios las últimas semanas estaban a flor de piel.
Ella tan solo llevaba un mes trabajando para su oficina, pero ya parecía conocer a la perfección las mañas y costumbres de su jefe. Trevor era disciplinado y exigente consigo mismo, aunque también, con el personal que lo acompañaba.
Su anterior secretaria se había jubilado hacía poco y ella tuvo que batallar con otras treinta mujeres bien preparadas para ganarse el puesto.
Lo que la ayudó fueron sus estudios en derecho familiar, que, aunque no estaban relacionados con la especialidad de esa firma, le otorgaba conocimientos en abogacía que a Trevor le servían.
Estaba tapiado de trabajo y necesitaba a alguien que de verdad pudiera darle una mano con los casos pendientes.
Aunque Brianna no había podido ejercer, porque apenas se graduó salió embarazada y le tocó cuidar de su pequeño hijo ella sola, ya que el padre decidió borrarse, siempre se mantuvo actualizada haciendo cursos por internet y realizando uno que otro encargo para amigos y allegados.
Pero el trabajo como secretaria principal de Harmon y Asociados era mejor que hacer esas tareas por su cuenta. La paga era generosa y ella necesitaba con urgencia de ese dinero.
—Señorita Griffin, suspenda el almuerzo de esta tarde con el señor Nakamura.
La mujer alzó las cejas, sorprendida. No se había percatado que su jefe había dejado de hablar por estar sumergida en sus pensamientos.
—Esa reunión es muy importante, señor Harmon. Está a punto de cerrar un acuerdo de trabajo con la corporación que él maneja. No le recomiendo que suspenda ese almuerzo.
Trevor se recostó con cansancio en la butaca y emitió un suspiro que a ella le conmovió. Así no solo reflejó un gran cansancio, sino una enorme preocupación.
—Mi abuelo está muy mal, tuvieron que internarlo hace unos minutos. Vine para firmar unos cheques para administración, pero debo irme ya al hospital.
El corazón de Brianna se astilló por esa noticia. Tenía a su madre muy enferma de cáncer y sabía por experiencia propia lo duro que era tener un familiar con un estado de salud crítico.
Trevor Harmon no tenía padres, ellos murieron cuando él apenas era un niño de cinco años. Su abuelo era lo único que le quedaba en la vida. Por eso se desvivía tanto por él.
—Lo siento mucho, señor Harmon. Ya mismo me comunicaré con la oficina del señor Nakamura para avisar de la cancelación de la reunión y del estado de salud de su abuelo. Nakamura siempre pregunta por su salud.
Se puso de pie para salir de la oficina, pero Trevor la detuvo.
—Espere, señorita Griffin. —Cuando ella lo encaró de nuevo, descubrió que él la veía con un enorme interés. La repasaba de pies a cabeza como si estuviese valorando su ropa o su cuerpo. Esa última idea le alborotó cientos de mariposas en el estómago—. No es casada, ¿cierto? Aunque tiene un hijo de nueve meses.
Brianna asintió, nerviosa, sin saber el motivo por el que él sacaba a colación ese tema.
—Así es, señor Harmon. Soy madre soltera —expuso sin poder evitar que el dolor por las pérdidas que había tenido hacía poco aún le afectaran.
—Y según tengo entendido, el problema de la doble hipoteca que asumió para pagar las quimioterapias de su madre le está robando el sueño. Si no comienza a ponerse al día con esos pagos, no solo puede perder la casa, sino que esa deuda complicará que siga costeando el tratamiento de su madre.
Brianna se sobresaltó y bajó el rostro para fijar su atención en el suelo. Sus problemas económicos no solo la angustiaban, sino que también, la avergonzaban.
Por ellos se había visto obligada a trabajar como una simple secretaria en vez de esforzarse por asumir su cargo como abogada.
Había permisos y otras obligaciones que debía tramitar para ejercer su profesión y no tenía el dinero necesario para hacerlo.
—Sí, señor, estoy urgida de dinero, pero eso no será excusa para hacer mal mi trabajo en su oficina. Sepa que estoy poniendo todo de mi parte para que usted…
—¿Has pensado en casarte?
La joven quedó muda ante esa pregunta.
Eligieron el restaurante de Joey como lugar para celebrar la asociación con Nakamura. Habían sido invitados todos los empleados de Harmon y Asociados, a quienes pronto les aumentarían el sueldo al doble, también, mucho de los empleados de la compañía japonesa, quienes al fin obtendrían estabilidad laboral y posibilidad de crecimiento en ese país.El ambiente estaba cargado de felicidad y satisfacción.Albert, Kendra y Nakamura estuvieron al inicio de la celebración, pero luego del brindis se marcharon dejando a los jóvenes, y a los más enérgicos, el placer de disfrutar de la fiesta.Brianna había asistido con George, pero lo envió a casa con su madre y con Virginia, quienes viajaron resguardadas por miembros de un equipo de vigilancia privada contratada por Trevor.A pesar de que el peligro había pasado, porque Naomi ahora estaba internada en un hospital psiquiátrico lejos de Seattle, él seguía manteniendo esa seguridad cuando no estaba en casa y no podía cuidar en persona del chico.
La mañana del lunes, Trevor tenía la reunión más importante de su carrera como abogado corporativo y como presidente de Harmon y Asociados.Se había preparado por años para ese momento y había asumido los riesgos más absurdos de su vida solo para lograr que se desarrollara aquel encuentro, pero sus intenciones cambiaron.Decidió ser honesto consigo mismo y con la gente que lo rodeaba. Si algo había aprendido en ese tiempo, era que las mentiras y los secretos al final, dolían más que enfrentarlos cara a cara desde el inicio.Mantener por mucho tiempo una farsa lo único que deparaban eran tragedias, y él ya no admitiría más tragedias en su vida. Se había jurado a sí mismo, y a la gente que amaba, que evitaría por todos los medios cometer más errores.Estaba sentado en la sala de reuniones de la firma, junto a Todd y a tres de los socios de mayor rango. Llevaban un poco más de veinte minutos en aquel lugar, esperando.Él se distraía haciendo girar en su dedo su anillo de bodas. Descubrió
Connor se pasó dos semanas en el hospital. Aquel tiempo le sirvió para pensar y reflexionar sobre su situación.Había logrado mantener activas en Nueva York las negociaciones de los contratos que gestionaba con la NFL, pero ahora requerían de su presencia para cerrar esas negociaciones y darles curso.Al salir del hospital se quedaría un par de días con sus padres, para terminar de recuperarse y ponerse al día con la relación con ellos, y luego prepararía su viaje.A pesar de que sus padres aún no le perdonaban todos los conflictos que él había ocasionado hacía año y medio atrás, decidieron retomar la relación con él. Su delicado paso por el hospital y la existencia de George les ablandó el corazón.En varias ocasiones ellos pudieron compartir con el niño siendo recibidos en la mansión de los Harmon. Brianna estuvo muy tensa en cada uno de esos encuentros, pero logró superarlos gracias a la compañía constante de Trevor.Él nunca se apartó de su lado. No iba a permitir que le hicieran
Trevor estaba sentado en la sala de espera de un hospital junto a Joey.Su amigo suspiró con cansancio antes de hablar.—¿No sientes una especie de déjà vu?—¿De qué carajos hablas? —preguntó Trevor, sin dejar de revisar su teléfono móvil. Respondía mensajes.—Tú y yo sentados en la sala de espera de un hospital mientras atienden a Connor. ¿Cuántas veces hemos hecho eso en nuestras vidas?Ambos se observaron con incomodidad. Era cierto que aquello lo habían hecho muchas veces, porque Connor siempre fue un joven indetenible y temerario que solía meterse en problemas muy seguido.Cuando eso pasaba, él no se comunicaba con sus padres para que lo socorrieran, sino con sus amigos. De esa manera se aseguraba que lo atendieran sin recibir reprimendas, luego las soportaba con resignación.—De mi parte, espero que esta sea la última vez —dijo Trevor, aún molesto por la terrible situación que había vivido por culpa de Connor y de sus absurdas imprudencias.En esa ocasión, no pudieron complacerl
Trevor y Connor acompañaron al comisario Cotton a Lakewood, donde Thamara y su esposo tenían una casa de veraneo cerca del puerto deportivo.Llegaron con varias patrullas y rodearon la vivienda en segundos. En un costado se hallaba estacionada la vans blanca.Comanche ya le había avisado a Trevor que el tal Benjamín Adonis era un sicario contratado por Naomi, un delincuente peligroso y muy violento que poseía un largo prontuario delictivo. Por eso, los oficiales habían ido preparados con equipo de seguridad y asalto.Los policías se acercaron gritando instrucciones por un megáfono. Pedían a quienes estuviesen adentro que salieran.Trevor bajó del auto sintiéndose ansioso, podía escuchar el llanto de George en la lejanía.—¿Cuánto tiempo esperarán si no obedecen? —preguntó al comisario.—Si no atacan, no podemos actuar. Solo mediar.—Maldición —se quejó.—¿Y si intentas hablar con ella? —aconsejó Connor. Trevor lo traspasó con su odio—. Ella está haciendo esto por ti, para llamar tu at
Cuando Trevor llegó al hospital, Brianna corrió y se lanzó a sus brazos.—¡Se lo llevó! ¡Es mujer se llevó a mi hijo! —exclamó entre llantos.Connor ya estaba allí y miraba enfurecido la escena. Su hotel estaba ubicado en las cercanías de aquel centro de salud.—Tranquila. Lo encontraré —aseguró, y le acarició la espalda y los cabellos antes de besar su cabeza.Al separarla un poco para mirarla a los ojos, se enfadó al descubrir su rostro hinchado y afligido. No quería verla así nunca más.—El tal Benjamín Adonis es una mentira —reveló ella—. Yo no lo conozco y la policía habló con Diermissen y él jamás ha escuchado ese nombre.—Es obvio que haya mentido —respondió y lanzó una rápida mirada cargada de ira hacia Connor—. Debía justificar su cercanía para distraer a Gloria.—¿Qué vamos a hacer, Trevor? ¿Cómo vamos a encontrar a George? Esa mujer es peligrosa. George le tenía miedo, debe estar muy asustado —exclamó con nerviosismo.—Calma. Ahora te necesito serena —pidió acariciándole el
Último capítulo