Capítulo 8. Amenazas.
Por esa noche, Trevor no pudo soportar más complicaciones y se fue a la cama, aunque no durmió. Estuvo por largo rato pensando en sus desgracias.
Se sentía una burla, un tipo del que todos se reían y aprovechaban. A pesar de su evidente atractivo y de su excelente posición social y financiera, le costaba encontrar mujeres honestas que pudieran darle cariño y un respeto sincero.
Debía llegar al punto de pagar por una esposa porque era incapaz de conseguirla por su cuenta, y eso lo frustraba.
Todas las que había tenido antes, o se iban con otro que tuviese más poder o dinero que él o enloquecían volviéndose insoportables.
Pensó que con Brianna las cosas serían diferentes. Ella tenía un aura angelical y dulce que lo había conquistado, pero una vez más se equivocó.
«Dicen que esas son las peores», le había dicho su abuelo y él confirmaba esa sentencia.
Pero ya estaba cansado de perder, de ser la causa de las risas de otros. Brianna había aceptado casarse con él porque Connor la había aban