ENZO
No entiendo qué pintan los humanos aquí. Sus fronteras están cerradas, cazadores con armas brillando bajo el sol, y ese olor a muerte que no se va. No han abandonado la línea, ni siquiera después de que apagaron el fuego que cruzaba de mi territorio al suyo por donde cruzó Aidan, el maldito Aidan en fuego, un fuego que no debería haberse detenido, al menos no como parecía… No parecía que iba a apagarse.
No me gusta. Hay algo en ellos, en esa mujer rubia, Valyerek, con sus tatuajes que no son tatuajes. No son humanos, no del todo, y mi piel lo sabe, aunque mi mente no lo descifre.
Solo bastó verlos una vez para saber que algunas cosas ya han cambiado con ellos. ¿De qué me estoy perdiendo?
Camino hacia el territorio de Thorne, el olor a lobo llenándome la nariz. La manada está tensa, sus patrullas moviéndose en las sombras, y el cielo gris pesa como una losa. Thorne está aquí, lo sé, aunque no quiere verme.
Se abre paso entre sus lobos y se acerca a mí.
—Sé que todo esto es un fast