Aidan
Ni siquiera sabía que un lugar como este podía existir. Ya me había quedado asombrada con el mundo de los vampiros… Incluso con el de los humanos, pero esto era algo que sobrepasaba toda mi imaginación.
Era… alucinante.
Nunca esperé ver nada igual. De hecho, hasta hace nada solo conocía el mundo de los lobos, que tampoco era mi mundo. Y luego el de los vampiros. Donde se supone que podría ser también mi hogar. Pero sé que no. No lo es.
Mi único hogar es Lois.
En el resto del mundo soy un enemigo.
Para todos soy un enemigo.
Hasta en este.
El mundo es un verde pulsante, un latido vivo que me envuelve, pero no me consuela. Ramas brillantes, como venas de luz, me atan los brazos, las piernas, el pecho, adhiriéndose a mi piel como si chuparan mi esencia, drenando algo que no sé nombrar, como si fuese a mi mismo, pero sigo aquí. Estoy tranquilo, demasiado tranquilo, un estado que no reconozco en mí. No es paz, es una quietud forzada, un esfuerzo por mantener mi vínculo con Lois