—Bien, lo haces bien —indicó la suave voz de Aria—. Respira, concéntrate en tu alrededor, en las vibras que te rodean.
Obedecí, respirando hondo. Percibí el pasto que pisaba, la brisa que bailaba a mi alrededor. El sol calentaba mi espalda y podía escuchar los murmullos de los dos idiotas que ahora eran parte de mi entrenamiento.
—¿Acaba de llamarnos mala vibra? —Preguntó Brett.
—Sí —confirmó Mara.
Nos había tomado días enteros de entrenamiento. Después de mucho sudor, quejas y lágrimas, ahora era capaz de percibir la magia.
Y no siempre podía. Días mejores, días peores. Solo había logrado percibirla unas tres veces luego de aquel extraño entrenamiento con Brett. Bastaba con que él se acercara para que yo pudiera notar la ausencia de magia a su alrededor. Una vez que notaba la diferencia entre un ambiente con magia y uno libre de ella, fue más sencillo para mí distinguir aquella particular energía que habitaba entre nosotros.
Y aunque estaba mejorando, la verdad era que comenzaba a fr