El silencio fue tenso, sin embargo, conforme los segundos pasaron, él asintió. Dolía que estuviera alejándose de mí, pero poco a poco iría recuperando nuestra complicidad de siempre.
—Ahí estás —fue mi saludo al encontrar a Donovan bostezando.
Era extraño verlo cansado. Y mucho más raro era encontrarlo comiendo. Caminaba mientras mascaba una tostada. Fruncí un poco el ceño ante la peculiaridad, pero él solo llegó hasta a mí y dejó caer su cabeza en mi hombro.
Di un paso atrás a causa de su peso. Era muy grande y más pesado de lo que había imaginado. Además, se veía agotado.
—¿Estás bien? —pregunté, preocupada.
Le tomé el rostro entre mis manos, asegurándome que no tuviera fiebre. Bostezó una vez más, antes de sacudir la cabeza, espabilándose.
—Estoy un poco cansado, criaturita.
—Creí que los vampiros no se cansaban.
—Lo hacemos —asintió severamente—. Sobre todo, cuando ha pasado un largo tiempo desde que...
Se interrumpió de inmediato. Parecía que estaba medio dormido, pues se le esca