—¡Donovan! —exclamé, sonrojada.
Mi cabeza volteó en un ángulo bastante antinatural, considerando que era solo una humana. Cuando lo miré, noté que estaba recostado contra el umbral de la puerta, con una actitud tan cómoda y tan relajada que por un segundo pensé que todo eso fue solo parte de mi imaginación.
Pero no.
Ahí estaba él, confesando ser mi novio sin siquiera dudar. Me causaba vergüenza que escuchará nuestra absurda conversación. Sobre todo, porque no estaba claro que éramos. ¿Novios? ¿Amigos con derecho? ¿Peor es nada? ¿Y desde cuándo podría él proclamarse mi novio? Sin aviso, sin una conversación de por medio.
¡Y luego él simplemente aparecía de la nada y le decía a mi madre que era mi novio! A mi madre, entre todas las personas existentes en el mundo.
Eso era injusto. Para empezar, ni siquiera me había pedido ser su novia, cuando ya se proclamaba mi pareja. ¿Quién le dijo a este chico que eso era algo romántico?
—No es mi novio —repetí, mirándolo a los ojos fijamente.
Él